De novela

No hay, se los juro, un solo nene en la novela de Suar. En Argentina: tierra de amor y venganza falta la infancia, pueden fijarse por su cuenta si no me creen. Hay gente grande, algunos adolescentes, hay recién nacidos, pero ningún niño. Ni uno solo en tantos capítulos.

Es como si Carolina Aguirre y compañía, es decir, los escritores hubiesen decidido, adrede o no, reconstruir la Argentina de los años treinta de esa manera: sin infancia o con la minoría de edad reprimida, cancelada, censurada. En la Argentina cuna de inmigrantes obligados, en la Argentina del tango que aprieta los puños y llora, impotente, por desamor, en la Argentina de la corrupción estatal, en la que siempre ganan los de siempre y en la que los demás se conforman con la tesis del progreso inevitable, en la Argentina de los burdeles y las putas, de los cafishos con suficiente perspectiva de género para sostener el negocio y los brutos con plata cargados de lascivia, en la Argentina que descubre el fenómeno de la radio, es decir, de la globalización, en esa Argentina, tan solemne, tan seria, tan narrable, tan estética, tan de todos, tan de algunos, en esa Argentina que para muchos es un sueño regresivo, como todo sueño, en esa Argentina según Aguirre y compañía, no hay, no hubo, no pudo haber habido, mejor dicho, ningún espacio, ninguna mirada para los menores. Es como si la alegría de estos, por momentos tan irrisoria, no compatibilizara con la historia argentina de los treinta. Es como si los chicos argentinos, digamos así, hubiesen nacido después.

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